La clave para la limpieza


“Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lucas 23:40-43


Los dos hombres crucificados con Jesús se habían ganado su castigo por sus malas acciones, pero Jesús murió como un sacrificio inocente por los pecados del mundo. Mientras la multitud se burlaba de Jesús en la cruz, uno de los ladrones se unió. Pero el otro respondió reconociendo la perfección de Jesús y su legítimo papel como Señor de todos. Este ladrón fue perdonado, ¿por qué? Porque puso su fe en Cristo. Pero para hacer eso, primero tenía que aceptar la responsabilidad por lo que había hecho.


Hasta que lleguemos al punto en que estemos dispuestos a reconocer que estamos equivocados, no podremos experimentar el gozo del perdón de Dios. El ejemplo se remonta al Jardín del Edén donde Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente. Esto ha continuado a lo largo de la historia. La única forma de perdonar el pecado es a través de la sangre de Cristo. Y después de ser salvos, la clave para caminar en el gozo de ese perdón es la confesión cuando hemos pecado. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9).


La confesión no solo significa admitir algo. Lleva la idea de que llamamos pecado a lo mismo que hace Dios, que estamos de acuerdo con Él en que lo que hemos hecho está mal y aceptamos la responsabilidad personal por ese pecado. Y cuando lo hacemos, experimentamos el gozo de la limpieza que solo Dios puede dar.


Principio del evangelio para ser edificado: En lugar de tratar de justificarse, echarle la culpa a otro o excusar su pecado; confiéselo y reciba el gozo de la limpieza.


3 de mayo - LEER 1 Crónicas 9-11

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