Yo las conozco y me siguen

“Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco, y Me siguen, y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que Me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre. Yo y el Padre uno somos”.

Juan 10:27-30


En este pasaje, Jesús se presenta como el Buen Pastor que cuida, guía y protege a Sus ovejas. No está hablando solo de animales, sino de nosotros: aquellos que Le pertenecemos, que escuchamos Su voz y seguimos Sus pasos. En un mundo lleno de voces, confusión y falsas direcciones, ¡qué consuelo saber que hay una voz segura, firme y llena de amor que nos guía por el camino correcto!


Jesús comienza diciendo: “Mis ovejas oyen Mi voz”. Esta frase nos recuerda que la relación con Dios comienza con el escuchar. No se trata solo de oír, sino de reconocer Su voz entre muchas. Las ovejas conocen el tono, la dirección y el corazón de su pastor. Así también el creyente debe aprender a distinguir la voz de Cristo a través de Su Palabra, la oración y la guía del Espíritu Santo.


Luego Jesús dice: “Yo las conozco”. ¡Qué maravilloso saber que el Creador del universo nos conoce por nombre! No somos anónimos en el rebaño de Dios. Él conoce sus luchas, sus lágrimas, sus batallas internas, sus anhelos y su fe. Nada de lo que pasa en su vida es desapercibido para Jesús. Él cuida de cada detalle, como un pastor que vela día y noche por el bienestar de Sus ovejas.


Y continúa: “Me siguen”. La verdadera fe se demuestra en la obediencia. No basta con oír Su voz, hay que seguirla. Seguir a Cristo puede implicar dejar caminos de comodidad o de pecado, pero siempre nos lleva a lugares de paz, propósito y vida. A veces el camino puede parecer difícil, pero el Pastor siempre va delante, abriendo paso y protegiendo a los suyos. No tenga miedo de confiar en Su Pastor.


Jesús promete: “Yo les doy vida eterna”. Esta es una promesa de seguridad espiritual. Nuestra vida no termina aquí; en Cristo tenemos una herencia eterna que nadie puede quitarnos. En un mundo donde todo es incierto y pasajero, esta promesa nos da estabilidad: nuestra salvación no depende de nuestras fuerzas, sino del poder y la fidelidad del Buen Pastor.


“Ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que Me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre. Yo y el Padre uno somos”. Estas palabras son claves para nuestra fe. Nos aseguran que estamos en las manos del Hijo y en las manos del Padre. Ninguna circunstancia, tentación o enemigo puede romper ese vínculo divino. La unión entre el Padre y el Hijo garantiza nuestra seguridad eterna. No hay poder en el cielo ni en la tierra capaz de separarnos del amor de Dios (Romanos 8:38-39).


Este día confíe en Su Buen Pastor. Reconozca que usted ya Le pertenece; es un hijo o hija de Dios, y nadie puede separarle ni apartarle de Su amor. Él le conoce y desea guiarle por los caminos que Él ha preparado para usted.


Leer: Juan 9–10; Proverbios 24

¿A qué se refería Jesús cuando dijo: “Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”?