La grandeza de Dios y Su amor que nos completa

Efesios 3:14-19 nos presenta una oración profunda de Pablo, en la cual se inclina ante la majestad divina y pide que los creyentes experimenten la plenitud del amor de Dios. El texto dice: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, con poder ser fortalecidos por Su Espíritu en el hombre interior; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.


En este pasaje, Pablo revela la grandeza de Dios como Padre eterno, de quien deriva toda familia en el cielo y en la tierra. Esta verdad subraya Su soberanía absoluta: Él no es un Ser distante, sino el origen de toda creación, rico en gloria y poder. Al doblar las rodillas ante Él, Pablo modela una postura de humildad y reverencia, invitándonos a reconocer que la grandeza de Dios trasciende nuestras limitaciones humanas. Sus riquezas no se miden en términos terrenales, sino en una gloria infinita que fortalece al creyente desde lo más profundo del ser, mediante el Espíritu Santo. Así, Dios no solo crea, sino que sostiene y transforma, demostrando Su poder al infundir vida espiritual en el “hombre interior”.


El enfoque central de esta oración es el amor de Dios, manifestado en Cristo. Pablo ora para que Cristo habite en los corazones por la fe, arraigándonos y cimentándonos en amor. Este amor no es superficial; es multidimensional: una anchura que alcanza a todos, una longitud que perdura eternamente, una profundidad que llega a las necesidades más ocultas y una altura que nos eleva hacia lo divino. El amor de Cristo “excede a todo conocimiento”, lo que significa que, aunque lo experimentamos, su inmensidad nos sobrepasa, recordándonos la necesidad de humildad ante la grandeza de Dios. Este amor no es merecido, sino un don regalado que fluye de Su naturaleza eterna y misericordiosa, revelada en la cruz donde Cristo entregó Su vida por la humanidad.


Lo más transformador es que este amor nos completa. Pablo culmina pidiendo que seamos “llenos de toda la plenitud de Dios”. En un mundo donde muchas personas buscan plenitud en logros, relaciones o posesiones, el apóstol nos dirige a la fuente verdadera: el amor divino. Al ser fortalecidos por el Espíritu y arraigados en Cristo, usted encuentra una plenitud que no depende de circunstancias externas. Esta plenitud lo capacita para vivir con propósito, reflejando la grandeza de Dios en sus acciones diarias. Como creyente, usted es invitado a meditar en estas verdades: ¿Cómo está permitiendo que el amor de Cristo se arraigue en su corazón? ¿Reconoce que Su grandeza lo completa incluso en momentos de debilidad?


Al reflexionar en estos versículos, considere cómo la oración de Pablo le insta a buscar una comprensión más profunda del amor de Dios. Permita que esta verdad lo impulse a confiar en Su soberanía, sabiendo que Su amor no solo lo envuelve, sino que lo capacita y lo completa para cumplir Su voluntad. De esta manera, la grandeza de Dios se manifiesta en su vida, trayendo paz y propósito eterno.


Video de hoy: https://youtu.be/wBbAl9Dah3w


Leer: Efesios 1-6; Proverbios 16

Según Efesios 4, ¿a qué medida fue dada la gracia a los creyentes?