La deuda que tenemos

“Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles. A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma”. Romanos 1:13-15


La mayoría de las personas están familiarizadas con las deudas, pidiendo prestado dinero para una casa, un automóvil o una televisión. En estos casos, sabemos a quién acordamos devolver el dinero. Nos enviarán estados de cuenta todos los meses hasta que se haya reembolsado el préstamo original. Si no hacemos los pagos, nuestro prestamista tomará las medidas necesarias para cobrar lo que adeudamos. Si bien la Biblia contiene advertencias acerca de pedir dinero prestado apresuradamente, también nos dice acerca de otra deuda que tenemos: la de compartir el evangelio con los demás.


Las deudas financieras requieren un acuerdo. El prestatario firma una nota o declaración de que se debe el dinero y que será reembolsado. A diferencia de ellos, la deuda del evangelio no nos llega por un contrato, sino por un regalo. Basado en el amor misericordioso de Dios por nosotros y habiéndonos convertido en recipientes del increíble regalo de la salvación, le debemos a los demás compartir las buenas nuevas del evangelio también. Este no es el tipo de deuda en la que le pagamos a alguien; es la clase de deuda en la que nuestra abundancia nos obliga a compartirla con los que no tienen nada. No compartir el evangelio con los perdidos que nos rodean sería como comer un filete frente a personas hambrientas. Simplemente se lo debemos a los demás para hablarles acerca de Cristo.


La respuesta de las personas al evangelio no es nuestra responsabilidad, pero compartir el evangelio con ellos sí lo es. Pablo reconoció que su deuda se extendía incluso a los que vivían en naciones lejanas. Como cristianos, tenemos lo que más necesitan y la única esperanza que tienen para la eternidad. Nuestra deuda con ellos debe pagarse en su totalidad si queremos obedecer a Dios.


Principio del evangelio para ser edificado: Somos el instrumento de Dios para alcanzar a los perdidos y no debemos dejar de decirles cómo pueden salvarse.


9 de mayo - LEER - 1 Crónicas 28-29, 2 Crónicas 1 

¿Qué reacción tuvo el pueblo de Israel por haber ofrendado? ¿Qué verdad encontramos por dar?