La batalla le pertenece a Dios


“Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros”. 2 crónicas 20:15-17


Cuando tres de los vecinos de la nación de Judá se aliaron para luchar contra el pueblo judío, no había ninguna esperanza de victoria. Superado en número por los ejércitos enemigos, el rey Josafat hizo lo más importante: se volvió a Dios. Dios envió un mensaje a través de un profeta de que no solo daría una victoria, sino que sería una victoria que no requeriría ningún esfuerzo de su parte. Como siempre, Dios hizo lo que prometió y el ejército israelita ganó sin siquiera participar en la batalla.

Esta no era la forma normal en que Dios le daba la victoria a los israelitas. La mayoría de sus batallas los enviaba a luchar. Pero esta historia nos recuerda que todas nuestras batallas, ya sea que tengamos que pelear o si Dios derrota a nuestros enemigos, solo se pueden ganar en el poder de Dios.

Como cristianos, estamos en una batalla espiritual y hemos sido llamados a vencer al mundo, mortificar la carne y resistir al diablo. No podemos hacer esto con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, debemos obedecer las instrucciones de Efesios 6:10-11: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”.


Principio del evangelio para ser edificado: Dios le dará la victoria sin que mueva un dedo, obedezca y sea prudente en la forma en que se conduce en la lucha diaria.


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