Cuidado con el orgullo


“Y dijo David a Joab y a los príncipes del pueblo: Id, haced censo de Israel desde Beerseba hasta Dan, e informadme sobre el número de ellos para que yo lo sepa. Y dijo Joab: Añada Jehová a su pueblo cien veces más, rey señor mío; ¿no son todos éstos siervos de mi señor? ¿Para qué procura mi señor esto, que será para pecado a Israel? Mas la orden del rey pudo más que Joab. Salió, por tanto, Joab, y recorrió todo Israel, y volvió a Jerusalén y dio la cuenta del número del pueblo a David”. 1 Crónicas 21:2-4


David siguió fielmente a Dios durante su tiempo como rey y como resultado, fue bendecido e Israel se volvió poderoso. Sin embargo, parece que en un tiempo, David se volvió orgulloso y autosuficiente, en lugar de depender de Dios como lo había hecho siempre, decidió contar el número de personas en su reino. A pesar de recibir buen consejo contra tal plan, David insistió en el censo y como resultado, trajo muerte y destrucción a Israel.

Aunque se supone que debemos enumerar nuestras bendiciones, nunca debemos cometer el error de enumerar nuestras bendiciones como fuente de seguridad o como si fueran el resultado de nuestras propias acciones. Cuando nos enorgullecemos, perdemos la gracia de Dios: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).

Dependemos total y completamente de Dios para todo lo bueno de nuestra vida. Todo lo que tenemos y logramos no es nuestro crédito, sino el suyo. Jesús aclaró nuestra dependencia de su poder cuando dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).


Principio del evangelio para ser edificado: Es mejor perder nuestro orgullo y no dejar que reine y vivir en la desgracia. 


13 de abril - LEER 1 Reyes 6-7 - ¿Quién ayudó a Salomón con los materiales y la obra para la construcción del Templo y por qué?