El corazón que busca a Dios

“Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.

Isaías 66:1-2


En este capítulo final del libro de Isaías, Dios nos recuerda algo profundamente esencial: Él no busca templos grandiosos ni rituales vacíos. El Creador del cielo y la tierra no necesita que le construyamos monumentos; más bien, Él anhela que nosotros tengamos un corazón rendido, humilde y temeroso de Su Palabra. La verdadera adoración no se basa en rituales externos, sino en una actitud interior de humildad, reverencia y obediencia a la Palabra de Dios. Dios valora un corazón quebrantado más que sacrificios vacíos.


Isaías 66 es una poderosa conclusión del mensaje profético: mientras muchos ofrecían sacrificios sin una verdadera transformación interior, Dios revela que el verdadero culto que Él acepta viene del corazón humilde, quebrantado y obediente. Aunque se encuentre fingiendo una vida de fruto, recuerde que es evidente cuando se hace solo por la apariencia; el fruto no es para nosotros mismos, es para el Señor.


No se trata de las cosas grandes que “hacemos para el Señor”, sino de las “cosas grandes que hace el Señor” por medio de nosotros; pero esto solo pasa si usted tiene un corazón humilde. El ministerio no es para deleitarnos en los bienes del Señor, tampoco para beneficio propio; esto no es humildad. El ministerio es para amar al Señor y a la gente del Señor. Nuestro servicio es para Dios, no para que nos miren… Por eso, Dios no está enfocado en la forma del edificio o qué tan lujoso es; Él está mirando la intención de los corazones que Él ama, nuestros corazones… ¿Cuál es la intención real de nuestro corazón? ¿Hay humildad? ¿Hay gozo, amor y compasión? ¿Hay egoísmo? ¿Orgullo? ¿Beneficio propio? ¿Envidia?


Nuestro corazón es el lugar donde reposa el Señor, y Él quiere reposar en un corazón humilde y temeroso a Él.


Isaías 66 nos invita a examinar nuestra relación con Dios. ¿Nos acercamos a Él con un corazón humilde, sincero y reverente? ¿Valoramos Su Palabra y vivimos de acuerdo a ella? ¿Buscamos fruto eterno o buscamos nuestro propio beneficio? Piénselo, responda a estas preguntas; es mejor corregir su propia actitud hoy que buscar corregir la actitud de los demás. Un corazón humilde entiende que Dios le habla personalmente.


Este capítulo cierra el libro con una doble promesa: juicio para los rebeldes y gloria eterna para los fieles. Es un llamado urgente a la adoración verdadera, la humildad espiritual y la esperanza en el Reino venidero.


Hoy, antes de hablar o actuar, pregúntese: ¿Estoy honrando a Dios con mi corazón? ¿Mi actitud refleja un corazón humilde?


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Leer: Isaías 64-66 y Proverbios 1

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