Dios hace florecer el desierto
“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro”.
Isaías 35:1-2
En este capítulo, el profeta Isaías nos ofrece una visión gloriosa de restauración. Viene después de capítulos llenos de juicio y advertencias, pero ahora Dios revela Su plan final: transformar el dolor en gozo, la sequedad en vida, la oscuridad en luz. Donde no hay vida ni esperanza, Dios traerá gozo, fertilidad y belleza. Esta promesa apunta tanto al regreso del exilio como a la redención futura en Cristo.
Los desiertos representan tiempos de soledad, sufrimiento, perdida, enfermedad o sequía espiritual. Sin embargo, el Señor promete que incluso en esos lugares de muerte pueden florecer por Su poder. No es una mejora humana lo que produce el cambio, sino la presencia salvadora de Dios.
El profeta hace un llamado a los débiles y temerosos, porque Dios vendrá con retribución y salvación. Algo que apunta al poder salvador de Dios en Cristo. Jesús citó parte de este texto en Lucas 7:22 para confirmar que Él era el Mesías. Jesús sanó ciegos, sordos, cojos y mudos en su ministerio (Mateo 11:5). Este es un pasaje poético y profético, porque también representa la restauración espiritual—ver la verdad, oír la voz de Dios, caminar en justicia.
Cristo cumplió esta profecía. Jesús sanó a los ciegos, a los sordos, a los cojos y a los mudos (Mateo 11:5). Él trajo vida donde solo había muerte, esperanza donde todo parecía perdido. Y lo sigue haciendo hoy, porque nos ofrece la vida eterna y la salvación y una restauración completa, somos nuevas criaturas en Él.
Es una senda de redención para el pueblo de Dios. No será para impuros ni necios, sino para los redimidos. Describe el regreso triunfal a Sion con gozo eterno. Y es imagen de la redención final, tanto del regreso del exilio como de la entrada al Reino eterno. Isaías habla de una senda para los redimidos. Este camino es Cristo mismo (Juan 14:6). Solo en Él hay seguridad, dirección y gozo eterno, en Él está la vida eterna.
¿No le parece un pasaje bonito? Lleno de animo y esperanza por los que ya conocemos a Cristo. Nuestro Dios tan amoroso hace florecer nuestro desierto, y lo hace florecer de una manera muy especial.
El capítulo termina con una imagen poderosa: los redimidos regresan a Sion con alegría perpetua. Este es un cuadro del gozo eterno en la presencia de Dios. Así que…no importa cuan dolorosa o difícil sea su circunstancia hoy, Dios le promete HOY hacer florecer su desierto, y gozarse eternamente en Su presencia, en el momento correcto tendrá su recompensa y estará en Su Sión gozando de la restauración. Mientras tanto sea el animo y aliento que otros necesitan, mientras usted cruza su desierto recuerde que hay otros detrás o en lo mismo, busque oportunidades únicas de animar e invertir en ellos.
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Leer: Isaías 35-36 y Proverbios 24
Pregunta: ¿Cuáles fueron las palabras de Rabsaces?