Andando con los Flood

En el año 1921, David Flood, su joven esposa Svea y su pequeño hijo de dos años dejaron Suecia rumbo al interior de África. Viajaban con otra joven pareja misionera. Estas dos parejas habían sido miembros muy activos en su iglesia: cantaban en el coro, Svea tocaba el violín y era solista.


Habían comprometido sus vidas a llevar el evangelio a las tribus no alcanzadas de África. Estaban llenos de entusiasmo y optimismo, al punto que cruzaron las montañas del Congo, abriéndose camino a golpe de machete para comenzar su ministerio en un lugar que aún no habían determinado.


Para su sorpresa, aldea tras aldea les negó la entrada, convencidos los habitantes de que la presencia de aquellos blancos enojaría a sus dioses y les traería desgracias. A los aldeanos se les prohibió visitar a los misioneros. Solo a un pequeño niño se le permitía acercarse para venderles pollos y huevos. David se sorprendió de la insistencia de su esposa en que, aunque no pudieran entrar a la aldea ni alcanzar a toda África para Cristo, aún podía ganar a ese niño para el evangelio.


Así que, cada vez que el niño los visitaba, ella le demostraba amor y atención…hasta que un día, los demás misioneros presenciaron cómo Svea se arrodilló junto al niño y lo guió en una oración de arrepentimiento.


Poco tiempo después, la señora Flood falleció a causa de fiebre tifoidea. El señor David Flood, devastado, decidió abandonar el campo misionero, llevándose consigo a su hijo. La hija recién nacida, Aina, fue adoptada por otros misioneros; sin embargo, estos murieron envenenados, y la pequeña Aina, con apenas tres años, fue entregada a otra familia adoptiva. Tiempo después, ella y sus nuevos padres salieron de África y se establecieron en Minneapolis, estado de Minnesota, Estados Unidos. Su nombre sueco fue cambiado a Aggie. El ministerio de David Flood había terminado, pero su esposa, Svea Flood, dejó un gran fruto en aquella aldea africana. El señor Flood regresó a Suecia, donde se volvió a casar y llevó una vida desordenada, sin imaginar jamás el legado que su familia había dejado atrás.


Con los años, Aina sabía que era diferente. Sabía que había nacido en las montañas de África, que era hija de aquella mujer que llevó el evangelio a un pequeño niño. Esa memoria la impulsó a crecer en la Palabra de Dios y a compartir con otros el mensaje de la salvación.


Años más tarde, se estableció una iglesia en aquella misma aldea. El niño que había sido alcanzado por Svea creció, compartió su fe con su familia y vecinos, y llegó a ser el pastor de esa iglesia. Toda su aldea fue transformada por el evangelio.


Aina creció, se casó y un día, junto a su esposo, viajó a África. Allí descubrieron la historia de lo que había sucedido en la aldea. Luego viajaron a Suecia para buscar a su padre. Ese hombre, perdido y sin esperanza, fue encontrado por su hija, quien le contó sobre el gran impacto que su familia había dejado en África. Ella le habló del ministerio que se había levantado y de cómo Svea Flood era recordada como la más célebre en la iglesia por haber llevado el evangelio a aquel niño que vendía huevos y pollos. Impactado por el reencuentro con su hija y al conocer el fruto que había dejado su familia, el señor Flood finalmente regresó a la bondad del Señor. Después de pedir perdón y arrepentirse, su relación con Dios fue restaurada, y semanas después partió a la presencia del Señor.


¡La gracia de Dios puede hacer cosas maravillosas! Andar en Su voluntad es el mejor lugar donde usted puede estar para que Él le use y pueda impactar vidas por la eternidad.


Video de hoy: https://youtu.be/uYnoY3LELI4


Leer: Isaías 40-43; Proverbios 26

Los últimos cuatro versículos de Isaías 40 menciona que Dios puede darnos algo. ¿Qué es la promesa y por qué razón específicamente usted necesita esta promesa hoy?