El cargo de pecado

Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado. 

Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; Como carga pesada se han agravado sobre mí. 

Hieden y supuran mis llagas, A causa de mi locura. 

Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, Ando enlutado todo el día.

Salmo 38:3–6


John Newton, nacido en 1725, vivió una vida marcada por la rebelión y la crueldad como capitán de un barco negrero. Su complicidad en el sufrimiento humano lo llevó a una tormenta en 1748, donde el miedo y la culpa lo abrumaron. Sintió su conciencia como una carga aplastante, un peso que lo hundía en la desesperación, creyéndose indigno de misericordia.


En la tormenta, Newton clamó a Dios, marcando su despertar espiritual. Aunque el barco sobrevivió, su culpa persistió, creciendo mientras continuaba en el comercio de esclavos. Sus intentos de reforma no aliviaron su conciencia, que lo atormentaba como una “carga corrosiva”.


En la década de 1750, Newton abandonó el comercio de esclavos y se arrepintió. A través de la fe, encontró perdón, como promete 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. El perdón fue como liberarse de cadenas, reemplazando la culpa por paz. Como clérigo, escribió “Sublime Gracia” y abogó por la abolición.


La historia de Newton ilustra el peso aplastante del pecado y el alivio del perdón de Dios. Su culpa casi lo destruyó, pero la gracia lo liberó. “Sublime Gracia” captura esta verdad: “Fui ciego mas hoy miro yo, perdido y Él me halló”. Su vida señala la esperanza del alivio mediante la gracia de Cristo.


Cuando leemos de hombres como el rey David y John Newton, de una manera nos ayuda de entender que hay otros que han ido antes de nosotros que han experimentando no solo el enorme peso del pecado, pero también el alivio cuando Dios perdona por completo. 


El pecado siempre trae consecuencias y peso—parte de la razón es de ayudarnos de evitar o arrepentirse del pecado. Pero también por cada pecado y peso, Dios está ofreciendo Su perdón completo, y el perdón de Dios es más grande que cualquier pecado que podemos cometer. No cargue el peso de sus pecados. Arrepiéntase y deje el peso con Dios para poder andar libre y feliz.


Leer: Salmos 5, 38, 41-42; Proverbios 20

¿Cuál animal usó el salmista como ejemplo de sed por Dios? ¿Por qué cree que usó este animal y no otro?