Enaltecido
“Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios”
Ezequiel 28:6
Tiro era una ciudad muy próspera, famosa por su comercio marítimo, lujo y poder económico. El príncipe se volvió tan soberbio que creyó ser intocable, casi divino. Dios, por medio del profeta, le recuerda que aunque se crea como Dios, sigue siendo hombre y será humillado.
Es muy peligroso caer en orgullo y autosuficiencia. Cuando nosotros caemos en la sensibilidad de la carne y nos exaltamos a nosotros mismos, creyéndonos dueños de nuestro destino o de nuestra voluntad, usurpamos el lugar de Dios. Y esto también es pecado. Porque no somos dueños de nosotros mismos ni tampoco de otros.
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. (Santiago 4:6)
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte”. (Isaías 14:12-13)
El problema no era su riqueza ni su influencia, sino su corazón enaltecido. Se atribuyó la gloria que solo le corresponde a Dios. Este mismo pecado fue el origen de la caída de Lucifer y sigue siendo una trampa en la vida del ser humano: confiar tanto en lo que tenemos o en nuestros logros, inteligencia, talentos, puestos de trabajo, liderazgos… hasta desplazar a Dios del centro, creyendo que somos autosuficientes.
Dios no comparte Su gloria con nadie. Él nos da dones, talentos, recursos y oportunidades, pero no para que nos creamos autosuficientes, sino para que le demos la honra. La verdadera grandeza no está en sentirnos como dioses ni en creer que nuestra posición en la tierra nos da poder, sino en reconocer nuestra dependencia total de Aquel que es el único Dios verdadero.
Este día, tenga cuidado. Examine su propio corazón. No piense en la vida de otros ni que este devocional “es para fulano”. También eso es orgullo. Este mensaje es para usted, para mí, para cada uno.
Hoy corre el riesgo de caer en pensamientos como:
- Confiar más en su conocimiento, inteligencia o dinero que en el Señor
- Priorizar el trabajo y olvidar a Dios
- Tomar decisiones basadas en su voluntad, deseos o planes sin consultar a Dios
- Llenarse de orgullo por lo que “ha alcanzado”
La lista puede ser larga, pero hoy puede elegir hacer diferente: reconocer su necesidad de Dios, buscar Su voluntad en cada cosa y recordar que Dios honra a los humildes.
La buena noticia es que Dios no nos deja atrapados en nuestro orgullo. Si hoy reconocemos que hemos confiado más en nosotros mismos que en Él, todavía hay gracia. Jesús mismo nos invita: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). La humildad no es pensar menos de nosotros mismos, sino pensar más en Dios y depender de Él en todo. Allí encontramos descanso verdadero, y la seguridad de que Su poder se perfecciona en nuestra debilidad.
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Leer: Ezequiel 28–30 y Proverbios 5
¿Cuántos años esperaría Egipto para ser recogido y llevado cautivo?