De los huesos secos a la esperanza viva

El profeta Ezequiel fue llevado por el Espíritu de Jehová a un valle lleno de huesos secos. Los huesos estaban esparcidos, sin vida, quebrados y sin ninguna posibilidad de recuperación. En medio de aquella visión, Dios le hace una pregunta sorprendente: “Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?” Humanamente, la respuesta era un rotundo “no”. Sin embargo, Ezequiel responde con sabiduría y humildad: “Señor Jehová, tú lo sabes”.


Entonces Dios le ordena a Ezequiel que profetice a los huesos. Al obedecer, los huesos comienzan a unirse, se forman tendones y carne, y finalmente entra en ellos aliento de vida. Lo que antes era un valle de muerte se convierte en un ejército en pie, lleno de vida y fuerza.


El pueblo de Israel estaba desterrado en Babilonia. Jerusalén había sido destruida, el templo estaba en ruinas, y ellos habían perdido su identidad como nación. En medio de esa desesperanza, ellos mismos confesaban: “Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos” (Ezequiel 37:11). Fue en ese contexto de derrota y desaliento que Dios dio esta visión. Los huesos secos representaban a un pueblo que se consideraba acabado. El mensaje divino era claro: “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová” (v.14).


Este pasaje nos recuerda que Dios es especialista en lo imposible. Donde nosotros solo vemos muerte y ruinas, Él ve la oportunidad de mostrar Su poder. Es por medio de Su Palabra y Su Espíritu que lo muerto cobra vida. Dios restaura no solamente para darnos alivio, sino para que Su nombre sea glorificado. Él quiere que todos sepan que Él es Jehová, el único que tiene poder para dar vida donde antes había muerte.


Hace algunos años, una pequeña iglesia estaba a punto de cerrar sus puertas. Solo quedaban unos pocos hermanos mayores, las bancas estaban vacías y el edificio se caía a pedazos. Muchos pensaban que ese ministerio ya no tenía futuro, que era como un valle de huesos secos. Sin embargo, los miembros comenzaron a orar con fe, pidiendo que el Señor soplara vida nuevamente. Empezaron a invitar a los niños del vecindario, a abrir sus puertas a nuevas familias, y a predicar con fidelidad la Palabra de Dios. Con el tiempo, el ambiente cambió. Nuevos creyentes comenzaron a llegar, las bancas se llenaron otra vez, y la iglesia se transformó en un testimonio vivo de que Dios puede restaurar lo que parecía perdido. Lo que todos consideraban muerto, el Señor lo levantó con vida.


Quizás hay áreas en su vida que se sienten muertas: sueños que parecen imposibles, relaciones rotas o un corazón que se ha enfriado espiritualmente. Así como en Israel, puede que usted piense: “ya no hay esperanza”. Pero la voz de Dios sigue diciendo: “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis". Él puede soplar vida en los lugares más secos de su alma. También en su familia, cuando hay divisiones o heridas profundas, Dios puede traer restauración. En su iglesia, cuando se siente estancamiento o frialdad, el Señor puede levantar un ejército de fe y testimonio. Cada vez que Dios nos pregunta: “¿Vivirán estos huesos?” lo que realmente quiere es que confiemos en Él y respondamos como Ezequiel: “Señor Jehová, tú lo sabes”.


Dios no ha terminado con usted. Lo que parece irremediablemente destruido no está más allá de Su poder. Él es el Dios que convierte los valles de huesos secos en ejércitos vivos y victoriosos.


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Leer: Ezequiel 37-39; Proverbios 8

Según Ezequiel 39, ¿por cuántos años usará Israel las armas de sus enemigos como combustible?