Cuando el dolor es silenciado
Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, he aquí que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos; no endeches, ni llores, ni corran tus lágrimas. Reprime el suspirar, no hagas luto de mortuorios; ata tu turbante sobre ti, y pon tus zapatos en tus pies, y no te cubras con rebozo, ni comas pan de enlutados.
Hablé al pueblo por la mañana, y a la tarde murió mi mujer; y a la mañana hice como me fue mandado.
Ezequiel 24:15–18
En Ezequiel 24, presenciamos un momento profundamente doloroso en la vida del profeta. Dios le revela que su esposa, la “delicia de sus ojos”, morirá repentinamente. Pero, además, se le prohíbe expresar su duelo públicamente: sin llanto, sin rituales tradicionales, solo un lamento silencioso. Este mandato no refleja indiferencia, sino un propósito divino. La pérdida de Ezequiel y su silencio eran una señal profética para los israelitas exiliados. Así como él pierde lo que más ama sin poder llorarlo, ellos perderían el templo, su “delicia”, en una calamidad tan abrumadora que el duelo normal sería imposible, consumiéndolos en un dolor interno hasta desfallecer a causa de sus pecados.
Este relato nos invita a reflexionar sobre la pérdida y el duelo. La obediencia de Ezequiel al no expresar dolor muestra que, en ocasiones, Dios nos pide sacrificar incluso nuestra forma natural de procesar la pena por un propósito mayor. Sin embargo, en la vida cotidiana, ignorar o reprimir el duelo puede dañarnos profundamente. Dios nos diseñó para sanar a través del duelo, que nos permite ser honestos con Él y encontrar restauración. El Salmo 34:18 declara: “El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón”. El duelo no solo nos conecta con Dios, sino también con otros, fomentando empatía y crecimiento espiritual. La experiencia de Ezequiel, aunque única, nos recuerda que incluso en el silencio, nuestro dolor puede ser una ofrenda de obediencia.
C.S. Lewis, autor cristiano de Las Crónicas de Narnia, enfrentó una pérdida devastadora cuando su esposa, Joy Davidman, murió de cáncer en 1960 tras pocos años de un matrimonio lleno de amor. Joy era su gran amor, y su muerte lo dejó destrozado. A diferencia de Ezequiel, Lewis no guardó silencio. En A Grief Observed, un diario íntimo, expresó su dolor crudo, cuestionando su fe: “Nadie me dijo que el duelo se sentía tanto como el miedo”. A través de escribir, llorar y orar, encontró sanación. Lewis descubrió que reprimir el duelo prolonga el sufrimiento, mientras que expresarlo lo acercó a Dios y le permitió procesar su pérdida. Estudios psicológicos confirman que el duelo saludable —compartir historias, buscar apoyo, reflexionar en comunidad— promueve resiliencia. En cambio, el dolor no procesado puede llevar a la depresión o al aislamiento. La experiencia de Lewis resalta cómo el duelo, cuando se abraza con fe, puede transformar el dolor en un camino hacia la esperanza.
Todos pasamos por tiempos de duelo en diferentes circunstancias. En esos momentos necesitamos reconocer el diseño de Dios: sanar a través de una relación personal con Él. Aunque a veces no hallemos sentido en medio del dolor, Dios quiere que encontremos esperanza en Él.
Video de hoy: https://youtu.be/h4C5yv1nEJM
Leer: Ezequiel 23-24; Proverbios 3
¿Qué fue lo que el pueblo de Israel iba a perder que era tan importante para ellos? Esta fue la profecía ilustrada con la muerte de la esposa del profeta.