Andando con William Borden
William Whiting Borden (1887–1913)
William Whiting Borden nació el 1 de noviembre de 1887 en Chicago, dentro de una de las familias más ricas de la ciudad. Su padre había hecho su fortuna en la explotación de la plata, pero la mayor bendición llegó cuando su madre conoció a Cristo bajo el ministerio de D. L. Moody. Desde niño, William aprendió a vivir bajo la influencia del evangelio y mostró una fe firme y sincera.
Cuando se graduó de bachillerato, sus padres le regalaron algo que cambiaría su vida: un viaje alrededor del mundo. Lo que muchos jóvenes hubieran tomado como un paseo de lujo, William lo vivió como una escuela espiritual. Visitó Europa, Asia y África, y en cada estación misionera que conocía, su corazón ardía más por las almas sin Cristo. Fue en ese tiempo que tomó una decisión radical: entregar toda su vida a Dios. En su Biblia escribió las palabras “Sin reservas.”No habría planes guardados para sí mismo, ni riquezas apartadas como respaldo; todo lo entregaría a Cristo.
De regreso en Estados Unidos, ingresó a la Universidad de Yale. Allí se convirtió en un líder espiritual entre sus compañeros, fundando grupos de oración y estudios bíblicos que alcanzaron a cientos de estudiantes. Más tarde estudió en el Seminario Teológico de Princeton, preparándose para servir en misiones. Muchos lo animaban a abandonar ese camino y quedarse en casa, disfrutando del negocio y la riqueza familiar. Su propio padre lo presionaba para tomar las riendas de la empresa. Pero William no cedió. En esos años difíciles, reafirmó su decisión y escribió en su Biblia una segunda frase: “Sin retiradas.” No daría marcha atrás, sin importar lo que otros dijeran o pensaran.
Su meta era clara: llevar el evangelio a los musulmanes en China. Para ello, decidió primero viajar a El Cairo, Egipto, y aprender árabe. Allí, a los 25 años, su salud se quebró. Fue diagnosticado con meningitis espinal, y en cuestión de semanas, el joven lleno de planes y sueños partió a la presencia de Cristo. El mundo lo criticó y muchos dijeron que había malgastado su vida. Pero en su Biblia se encontró una tercera frase escrita poco antes de morir: “Sin remordimiento.”William Borden había dado todo a Jesús y no tenía un solo lamento por ello.
En su tumba en El Cairo fueron grabadas esas tres frases —sin reservas, sin retiradas, sin remordimiento— como un eco eterno de una vida entregada por completo a Cristo.
¿Fue su vida un fracaso? Humanamente, algunos pensaron que sí: tanta riqueza abandonada, tantos estudios “desperdiciados,” tantos planes truncados por una muerte temprana. Pero espiritualmente, su vida sigue hablando más de un siglo después. Miles de jóvenes y adultos han sido inspirados a entregar sus vidas a Cristo por medio de su testimonio. Las semillas que sembró en Yale, Princeton y en Egipto continúan dando fruto eterno. Su vida no fue un fracaso; fue una ofrenda.
La vida de William Borden le confronta con una pregunta inevitable: ¿qué dirá su lápida?
Si sus decisiones fueran resumidas en una sola frase, ¿sería “sin reservas”, o quedaría en evidencia que siempre guardó algo para usted mismo?
Si sus pasos fueran recordados, ¿se escribiría “sin retiradas”, o quedaría marcado que retrocedió cuando llegaron las pruebas?
Si sus últimos momentos definieran su historia, ¿podría decir con confianza “sin remordimiento”, o viviría con pesar por lo que nunca entregó al Señor?
El legado de William Borden no fue su fortuna, ni su apellido, ni la brevedad de su vida. Fue que en tan solo 25 años vivió con tal intensidad para Cristo que, más de un siglo después, todavía nos desafía. Su tumba en El Cairo no marca un desperdicio, sino un triunfo eterno: una vida vivida por completo para Jesús.
Y usted, cuando llegue su día, ¿qué se leerá en su tumba?
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Leer: Ezequiel 31-33; Proverbios 6
Ezequiel compara a Asiria con un gran árbol en el jardín de Dios. ¿Qué cualidades específicas se mencionan del árbol y qué le sucede finalmente según la profecía?